[col size=”30,70”]En toda ciudad existen numerosos tesoros escondidos, pequeños lugares por los que hemos pasado en incontables ocasiones por su puerta sin ni siquiera saber qué tipo de maravillas se esconden tras sus puertas… Hasta que de pronto un día alguien nos hace un comentario en plan.. ¿¿Que no conoces el Musti??
Su bocadillo de 12 quesos nos hizo adentrarnos en lo más profundo del casco histórico de Zaragoza para ir en busca de esta joya, esta maravilla creativa que ninguno, por encima de todo, debéis dejar pasar.
[newcol]Nos gusta el queso, nos apasiona el queso, en casi cualquiera de sus formas y maneras conocidas, sobre todo gratinado jejeje, pero vamos, que nos gusta y mucho, si! Para todo quesero grosero el Musti debe ser lugar de referencia a partir de este momento.
Se trata de un lugar ni grande ni pequeño, antes estaba metido en pleno ‘tubo’ cuando se llamaban ‘Fenicia, la casa de las empanadillas’ y ahora se han desplazado unos metros, a la calle Ossau junto a la iglesia de San Gil.
Nada más entrar nos llama la atención la decoración y mobiliario, se nota que el establecimiento antes no era de comida libanesa, pero al dirigirnos a la barra y saludar al dueño se nos despejan todas las dudas.
Nosotros preguntamos por el famoso bocadillo, diciendo que habíamos oído hablar de él, y al instante se iluminó el rostro del regente que nos dijo que además de en bocadillo, los 12 quesos también pueden servirse gratinados en torteta. ¿¿Comoooo?? Así que pedimos una de cada y nos sentamos en una mesa a esperar.
Una cosa que nos sorprenció fue el público, casi el 95% era femenino, y eso tratándose de comida artesanal era muy buena señal, jejeje.
En seguida llegó lo nuestro y ante nosotros un bocadillo, no muy grande la verdad, perfectamente envuelto en papel y partido en 2, rebosaba humeante queso fundido por el corte como si de una cascada grosera se tratase. Nuestra primera impresión fue muy positiva, el pan, pasado por el grill tenía un aspecto espectacular, y aun a riesgo de abrasarnos el paladar el ansia pudo con nosotros y atacamos sin dilación.
Una sensación de placer extremo nos hizo sentirnos en el mismísimo Paraíso, es un bocadillo único, incomparable, no hay otro en la ciudad. Los quesos casan a la perfección, el pan fino y crujiente es la base perfecta, incluso en el interior alguna aceituna y rodaja de tomate natural hacen de contrafuerte y suavizan el sabor, dando un toque de contraste espectacular.
Esta recomendación es de las buenas, de las que se deben grabar a fuego. No dejéis de probar éste bocadillo, es palabra grosera!!!
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